¿Reproducción humana o humanizada?
Como profesionales estamos obligados tanto a poner todos los medios y a proporcionar la tecnología más avanzada como a acompañar a las parejas en un camino dificultoso, en ocasiones no exento de sufrimiento.
Éste área de la medicina no trabaja con pacientes enfermos, sino con parejas sanas con unos deseos y unas expectativas que no siempre se ajustan a la realidad. En este orden de cosas, una vez realizado el estudio de infertilidad, no solo debemos emitir un diagnóstico y efectuar un tratamiento de manera mecánica, sino personalizar las opciones terapéuticas. Explicar los pros y los contras, como si de un traje a medida se tratara, discutir las posibilidades con la pareja y decidir de manera conjunta el tratamiento, siempre que esto sea posible.
La tecnología ha avanzado rápidamente en los últimos años y hemos conseguido triplicar las tasas de gestación. En estos momentos somos capaces de conseguir embarazos sin apenas espermatozoides, incluso extraerlos del propio testículo, tratar a parejas serodiscordantes, evitar mediante el diagnóstico preimplantacional la presentación de enfermedades genéticas. Contamos con la colaboración de donantes de óvulos y de espermatozoides cuando los propios han dejado de ser adecuados. Tenemos a nuestra disposición aparatos de última tecnología, como el embryoscope, que nos permite seguir segundo a segundo el desarrollo de nuestros embriones.
Pero todo esto no será suficiente si no somos capaces de aportar a nuestros pacientes accesibilidad, proximidad, información y consuelo cuando sea necesario. Lo que tenemos que tener es, sobre todo, personas que trabajen con personas.
Si lo hacemos así, no tendremos límites.