Los medios para el fin
Hace unos días le pedí su opinión a uno de nuestros colaboradores, a propósito de un artilugio para la obtención de semen en los laboratorios de reproducción asistida, y nos regaló esta perla.
Era uno de esos días en que me sentía creativo. Abrí el envoltorio de la chocolatina y, sin pensarlo demasiado, la despeñé en el cortado. Me pareció que el sobrecito de azúcar ponía cara de afrenta, decepcionado ante la indiferencia que le mostraba, a pesar de haber salvado la vida. Probé el café y me dije que no estaba mal: la mezcla de cafeína y gotas de leche estaba dulce, como de costumbre, pero de regalo percibí un regusto a cacao que convirtió mi humilde cafecito de todas las mañanas en algo especial y alegre, casi una minifiesta.
Llegué con el mejor humor a la consulta y me dispuse a compartir con mis pacientes y con el resto del mundo la alegría de vivir. Encendí el ordenador. Craso error. Abrí el boletín de noticias ginecológicas al que estoy suscrito. Craso error dos. Se me congeló la sonrisa chocolateada al enterarme del servicio que habían puesto en marcha unos colegas. Olé. Eso sí era creatividad, y no echar una chocolatina al café…
Pero, como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes. O, por mejor decir, empecemos por el principio.
Es una evidencia reconocida por los profesionales médicos que nos dedicamos a esto de la reproducción asistida, que en este arduo proceso los grandes olvidados sois vosotros, chicos, maridos, novios, parejas masculinas de las futuras madres. A pesar de nuestra comprensión, mano izquierda y vocación de sutileza, quien más quien menos se ha sentido violentado al recibir un vasito esterilizado y escuchar las palabras: “Lleno, por favor”.
-¿Ahora?
-Sí, claro. Ahora.
-Pero ¿cómo…?
-Como de costumbre. No hacen falta filigranas. Basta con que caiga dentro.
-¿Y dónde…?
-Ahí, en esa habitación. No se preocupe, nadie le molestará. Por si acaso, hay pestillo.
Por supuesto, de vez en cuando sucede que uno de nuestros chicos, después de un ratito a solas en la habitación, regresa con gesto compungido y el vaso vacío.
-Lo siento. Yo es que así no puedo.
A alguno de nuestros lectores tal vez le sorprenda conocer que, perfectamente conscientes de los aspectos más simples de la sexualidad humana, y más concretamente, de la masculina, las clínicas de reproducción asistida acondicionan estas habitaciones con una gran variedad de recursos multimedia cuyo fin es estimular la excitación del varón en un entorno tan distante de su ámbito sexual ordinario. De tal forma, a una iluminación tenue y, según los casos, una música relajante, se añade la presencia de material gráfico, literario y audiovisual, con contenido sexualmente explícito. Un poquito de porno, vamos, para entendernos.
Como digo, hay veces que a pesar de todo esto no es posible que nuestro chico logre culminar con éxito la maniobra de depositar unas gotas en el vasito. Lo que la mayoría de las clínicas tomamos, sin dramatizar, como simple estadística, se ha convertido en un reto a superar por los colegas a los que me refería arriba. La clínica en cuestión nos ha convertido de la noche a la mañana en amateurs de la excitación.
A la habitual serie de medios “tradicionales” de estimulación masculina antes mencionada, nuestros colegas han agregado unas gafas de realidad virtual, una vagina de goma e incluso un masturbador electrónico sincronizado con la acción que muestran las imágenes, de tal forma que el chico experimenta la sensación de que lo que sucede en la película se lo está haciendo la actriz porno a él. Toda una panoplia de recursos destinados a convertir al varón en protagonista de una aventura erótica cuyo objetivo último es que salga de la habitación no solo con el vasito lleno, sino con una sonrisa satisfecha. Por si esto fuera poco, se lleva a casa una bolsita con estos juguetes, un pack de regalo con el cual podrá seguir jugando en casa, quién sabe si a solas o invitando a su pareja a incorporar estos divertidos gadgets a su rutina amorosa.
Mi natural tendencia al conservadurismo, como la de todos los seres humanos, reacios –por temerosos- al cambio, me hizo poner el grito en el cielo ante tamaño disparate. ¿Qué somos, clínicas de reproducción asistida o sex-shops?
Al instante, sin embargo, reparé en que la ciencia aporta una coartada firme a esta iniciativa. La base científica del asunto reside en que a mayor estimulación, mayor cantidad de semen; por ende, mayor cantidad de espermatozoides y, en principio, mejor calidad de la muestra. El lema podría ser: un buen orgasmo nunca está de más, tampoco en reproducción asistida.
Por otra parte, me dije, ¿quién pone el límite a la búsqueda de la estimulación, si el fin simple de todo el proceso es llenar nuestro vasito? ¿Revistas sí y vaginas de goma no? Se suscitaba un debate interesante, como todos los que afectan a las relaciones humanas y a los diferentes puntos de vista sobre la ética, la moralidad y el sentido común.
Después de todo, el día resultó muy positivo. Terminé la jornada con el cerebro bullendo de proyectos nuevos, ideas osadas, propuestas innovadoras que implementar. Por ejemplo, mañana, en vez de un cortadito, probaré a pedirme un té. De ahí a las vaginas de goma hay un paso.