¿Quién decide por tu útero?

Asisto con regodeo y satisfacción al debate suscitado entre los partidarios y los detractores de la gestación subrogada.

Es muy llamativo el reordenamiento de las filas de unos y otros, y es que estas cosas hacen extraños compañeros de viaje y observamos con regocijo como colectivos presuntamente progresistas se alinean en bandos contrarios. Podemos ver como los colectivos gays o usuarios de donantes de óvulos (incluido algunos preeminentes miembros del PP) defienden con energía  la subrogación mientras que grupos feministas, también muy progresistas se enconan en su  oposición y en la utilización de la mujer como “recipiente”, a la vez que exigen (con razón) la utilización de donantes de semen, sin que les parezca un poco contradictorio la utilización del cuerpo del varón como simple productor de espermatozoides. Parece un poco esquizofrénico que la mujer solo tenga derecho a decidir sobre su cuerpo a ratos.

El debate es simplista y las personas se posicionan según sus necesidades biológicas y, si no son usuarios pasados o potenciales de estos procedimientos,  según sus ideologías,  basándose en argumentos, como siempre, alejados de lo que piensen los interesados.

Este posicionamiento suele basarse en dos problemas básicos:

Uno es la utilización de la mujer como mero “contenedor” de una gestación, cosa que no deja de ser cierta, pero ¿quién tiene derecho a decidir sobre el uso que una persona hace de su cuerpo?, y no parece razonable considerar que unas partes del cuerpo son más nobles que otras  a la hora de que una mujer disponga de ellas. Si nos parece aceptable que una mujer decida interrumpir  o llevar adelante una gestación,  ¿por qué esto  debería de parecer diferente? Cada persona utiliza la parte de su cuerpo que puede o cree conveniente para  su propio sustento, divertimento o lo que sea. Es tremendamente  hipócrita considerar aceptable mandar  los mineros a picar a la mina sabiendo que su expectativa de vida se verá limitada, sino truncada de raíz, utilizar a personas para que limpien nuestras inmundicias o incluso enviar a nuestros soldados a morir a guerras, la mayoría de las veces injustas, y considerar ilegítimo que una mujer utilice su útero para dar la oportunidad  a otra pareja de tener un hijo.

El segundo argumento es el económico.  “No se puede permitir que utilicemos el cuerpo  de los pobres para beneficio de unos pocos, y encima la mayoría gays”.  “La subrogación debería de ser altruista para evitar la comercialización del cuerpo de los pobres”  Este argumento es el que utilizan los colectivos que pretenden colocar palos en la rueda. Si consiguen que no se pague, conseguirán que nadie se ofrezca para albergar el embarazo. ¿Alguien piensa que esto puede ser gratis o “compensado”? ¿Quién de nosotros está dispuesto a trabajar gratis o por una compensación simbólica? De nuevo la hipocresía que llevamos dentro de todos nosotros. Todo nos parece éticamente más aceptable si lo que nos inquieta va vestido de “altruismo”, pero somos los mismos que estallamos de gozo cuando nos cargamos el servicio militar obligatorio y nos pareció más “profesional” pagar a otros para que murieran por nosotros.

A mí lo único que me preocupa  es la hipotética afección psicológica de la paciente y la posible explotación por terceras personas, pero para evitar esto último ya están nuestros legisladores que para eso cobran

Resumiendo.

Sí. La mujer, que se ofrece para la subrogación, si es un recipiente, pero ¿quien tiene derecho para juzgarlo o prohibirlo?, y sí.  Debería de cobrar, como todo el mundo que ofrece sus manos, su cuerpo, su cerebro o lo que sea como parte de una transacción económica.

Todo lo demás será intentar poner puertas al campo.

Dr. Miguel García Giménez
Dr. Miguel García Giménez
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza. Especialista en Obstetricia y Ginecología en el Hospital de Donostia. Doctor en Medicina por la Universidad de Zaragoza.

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